Hoy somos muchas mamis, solteras o no, que hemos pasado el día lidiando con algún contratiempo. Confinadas. Y solas con nuestros peques.
Ahora mismo pensaba en todas.
En esos momentos de soledad, de aburrimiento, de agobio.
En esa ausencia de tener, a la vez, un momento para nosotras.
Momentos en los que nos hemos sentado en el váter con un peque a brazos, o a una teta, o que no permitía un descanso en el juego y nos lo traía tras nosotras.
Un día de cuidados al otro. Un otro dependiente, sensible, y con necesidad irremediable de atención continua.
Un día en el que seguro muchas no hemos podido terminar de comer si has llegado a conseguirlo.
Un día en el que el aburrimiento mental se apodera de nosotras en varios momentos.
Curioso aburrimiento cuando nos hemos pasado el día inventando actividades para evitar tablet y tele.
Aburridas de pasar del puzzle a los bloques, de pintar con acuarelas a los lápices de colores, de los cuentos al escondite, de las cosquillas a un momento de enfado mutuo.
Y con tanto amor a la vez todo.
Un amor nada idealizado.
Un amor que te hace justamente sobrevivir a este mundo de la infancia inconsciente y naturalmente egocéntrico.
Y sin él no habría sido posible pasar este sábado de mocos, fiebres, vómitos o diarreas. De brazos rotos o de migrañas.
Porque sí, esto también es la puta maternidad.
El no dormir y recuperarte milagrosamente al día siguiente.
El cocinar con él a los hombros o barrer 5 veces la cocina.
El renunciar a una parte de tu vida que no sabes si podrás recuperar algún día.
El llevar dos días, sábado incluído, teletrabajando a ratos, con reuniones fugaces a través de whatsapp e intentando estar presente en todo.
Esto es, además de todo este amor inmenso, lo que lleva la maternidad en la mochila.
Y ehhh!
Hemos sobrevivido a este sábado eterno.
Todas y cada una de nosotras.
¡Bravas!
❤️💪🏽

