Espíritu Libre

Los niños, todos, absolutamente todos necesitan aprender de forma activa.

Y no estoy hablando en términos académicos. No hablo de inglés, matemáticas y ciencias. Que también.

El cerebro de una persona (no utilizo la palabra ‘niño’ para que empaticemos de verdad) se desarrolla a través de la observación, de la interacción y de la experimentación.

Bueno, cualquier cerebro en cualquier circunstancia se va a desarrollar. Imaginad a recién nacidos abandonados en casas-cuna en países en guerra o sin los cuidados básicos necesarios. Sí, sus cerebros también se desarrollan. Pero no de la misma manera. Igual que sus emociones y sus capacidades cognitivas tampoco funcionarán después en las mismas condiciones.

Cualquier niño va a pedir de forma inconsciente tocar, hacer, estar activo, participar, interactuar. Mancharse, probar, oler. Saltar, gritar, golpear.

Luego dependerá de nuestra actitud como adulto acompañante que esos niños desarrollen activa y naturalmente ciertos mecanismos o que no lo hagan.

Y después tenemos a los niños de Espíritu Libre. Esos a los que desde fuera se les observa con una mirada crítica. Esos a los que juzgamos como que crecen sin límites en casa.

Los Niños de Espíritu Libre te van cambiando poco a poco. Te hacen ver la vida como ellos la ven. Y no puedes hacer otra cosa que subirte a su carro.

Son niños que te muestran un mundo que hay que experimentar. Son niños que tienen un potencial brutal y que lo único que puedes hacer es dejarte llevar con ellos. Acompañándoles de otra manera, observándoles de otra manera, interactuando con ellos de otra manera.

Aquí no valen las normas rígidas e innegociables. Aquí no valen ni la obediencia ni la sumisión. Aquí no vale el no cuestionar las reglas ni el no contestar.

Aquí vale el diálogo, el cambio constante, el argumento. Aquí vale el permiso para defender tus ideas y elegir tu camino. Aquí vale el mirarte pa’ dentro y ver que hay muchas cosas que cambiar para estar a la altura de tu hijo. Aquí vale permitir el ‘no’ y estar listo para escuchar su voz.

Aquí vale el intercambio de experiencia.

Vale que mi hijo aprenda conmigo y de mí. Y también vale que yo aprenda de él. que aprenda de él sobre mí misma. Sin limitaciones.

Aquí vale que los dos nos enriquezcamos de esta experiencia y de esta aventura.

Aunque pisar el charco no nos venga bien hoy.

Aunque haga fresco pero necesite desnudarse y sentir la brisa, las piedras y el agua fresca de la orilla del mar.

No vale prohibirle porque sí, porque yo piense que no es el mejor momento para hacerlo.

Vale cuestionarme si realmente es tan importante que no se desnude y viva el mar como él necesita.

Vale cuestionarme esos límites que intento ponerle y él intenta romper.

Vale llegar a la conclusión de que nuestro hijos saben cuándo tienen frío y cuándo no, cuándo se hacen daño y cuándo no, cuándo necesitan correr desnudos y cuándo no.

Y dejarte cambiar.

2 comentarios sobre “Espíritu Libre

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