Luca: Mamá, ¿por qué lloras?
Vero: Porque estoy muy nerviosa. Y necesito llorar un poco para que se me pase.
…
L: Mamá, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras?
V: Porque necesito llorar. He tenido unos problemas y estoy nerviosa.
…
L: Mamá, ¿tiene las manos largas largas?
V: ¿Quién?
L: El ‘poblema’.
V: Ay michico. He tenido unos problemas en el trabajo. En el cole de la mamá. Pero estoy mejor. Los problemas esos los voy a arreglar.
L: ¿El ‘poblema’ te ha roto tu cole?
V: 🥰 No. No lo ha roto (todavía🤦🏽♀️).
L: ¿Tiene la boca grande grande grande? ¿Tiene los brazos largos? ¿Tiene las manos largas largas largas?
V: ¿Como un monstruo?
L: ¿Es un monstruo?
V: No es un monstruo. Solo es un problema que seguro voy a solucionar y a arreglar.
L: Los monstruos no existen.
V: Claro que no, cariño. Los monstruos no existen. Y si ahora me das un abrazo seguro que me sienta muy bien.
…
Y así, como el que no quiere, te das cuenta de que a los niños no hay que ocultarles nada. A veces pienso que al estar solos los dos hay momentos inevitables en la convivencia. No podemos escapar uno del otro. Y nos mostramos tal cual somos en cada momento. Alegres y felices, enfadados, tristes, preocupados, cansados. Los dos. Y no podemos escondernos. Por lo que no tenemos más remedio que compartir nuestras entrañas. El uno con el otro.
Y por eso es tan importante que verbalicemos. Que expliquemos. Que hablemos con la sinceridad en las manos. Porque la intuición, lo que vemos en los ojos del otro, lo que escuchamos en su tono de voz y en su cuerpo no nos engaña. Y nuestras palabras tienen que tener coherencia en nuestros hijos. Para que reconozcan todo el amplio abanico de emociones que ellos mismos van a sentir. Para que crezcan sintiendo coherencia entre lo que observan y perciben, y las palabras que les explicamos. Para que confíen en nosotros y no piensen que vamos a contarles una milonga cualquiera.
Y así, sin haber cumplido los 3 años, es como Luca es capaz de sacar sus propias conclusiones. Y hoy se ha dado cuenta y me ha puesto delante, que los problemas pueden parecernos monstruos en algunos momentos. Con la boca grande y las manos y los brazos muy largos.
Pero no.
Tenemos que suavizar la presión.
Porque, al fin y al cabo, los monstruos no existen.

Toda la razón Vero…los niños no son tontos y se dan cuenta de todo, es peor ocultar y que no entiendan el por qué de las cosas, un adulto resolutivo y sin miedo, es un niño que supo entender.💕👍🏾😘😘
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¡Qué bonito!! ❤
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Me alegro muchísimo de que te haya gustado. ¡Gracias!🥰
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