A la vida hay que cogerla como venga. Eso ya lo habíamos aprendido.
A sorbos o a tragos de esos que se beben con sed. Con mucha sed.
Con tranquilidad. Pero con valentía. Porque esta vida es para valientes. Y también lo habíamos aprendido ya.
Este 2020, maravilloso, lleno, intenso, que ha plantado cara y ha vuelto a recordarnos que hay que vivir todo como venga, sin expectativas y, siempre con un Plan B.
Bendito año de aprendizaje. De mirar pa’ dentro. De revolución y de crecimiento. Bendito 2020 de altas médicas y de puertas cerradas.
De varias puertas cerradas.
Y justo al final del año, salgo de la cueva y me doy cuenta de que soy otra. La Vero que se metió a hibernar ya no existe. Y me toca mirarme con perspectiva. Me toca mirarme desde fuera y reconocer que el miedo que se metió en abril del 2018 nunca salió del todo. Que la necesidad de controlar mi mente, mis días y mis noches se instaló en mi y encontró su refugio aquí dentro. Que para mantener el amor que tenía dentro para Luca tuve que bloquear hasta mi necesidad de abrazos. Y durante tanto tiempo ha estado en mi el tenerlo todo bajo control, que ahora que salgo de este largo invierno ya no sé vivir sin él.
Y como la vida hay que mirarla un poco desde lejos para no quemarte con la llama. Me alejo. Y la observo.
Bendito 2020 de mirar pa’ dentro y de aprender.
Ahora, ya sin dramas y sin ese poderoso miedo, le planto cara yo al 21. Me toca averiguar quién soy ahora. Volver a aprender a soltar, a dejar fluir. A pedir mis abrazos aunque no lleguen. Y dejarme abrazar si me los encuentro, en un callejón, por casualidad.
Gracias 2020. ¡Qué generoso has sido!

Nosotros te despedimos con champán y risas. Debajo de la mesa y por el suelo.

Y comenzamos el 21 recogidos. Improvisando un barco y una caña de pescar. Y hablando del tío Eli, que está en Madrid. Que tiene un cole.
Y un lago.
Me encanta esa mirada alta. Ya has cogido las riendas de verdad. Viva Cuerna!!!
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Ya he cogido las riendas. ¡Ya era hora! 😉
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