Cuán inconsciente es el ser humano. Vivimos tan deprisa, vivimos tanto pensando y haciendo tantas tareas sin valor emocional ni intelectual ni personal si quiera. Vivimos tan poco presentes. Pensando siempre en no sé qué o en no sé quién.
Nos hemos acostumbrado a vivir con el móvil pegado. Con la tele encendida. Sin mirar al vecino a los ojos. O al marido.
Hemos vivido tanto tiempo sin darnos cuenta…
Ahora me pregunto muchas veces si seríamos entonces felices y no nos dimos cuenta.
Es algo que siempre he pensado. De vez en cuando me vienen memorias del pasado y pienso que era feliz entonces.
Y ahora también. Pero, ¿me doy cuenta?
Volvemos a sentir el miedo de la COVID-19. Apenas hemos salido del estado de alarma y parece que una ola nueva se acerca. Diferente. Pero creo que casi todos, hasta los que en marzo no sentimos el miedo -me incluyo-, empezamos a sentir una preocupación o incluso miedo latente.
Y el miedo paraliza.
Y el miedo no te permite ver.
Y me pregunto si éramos entonces felices y no nos dimos cuenta.
En marzo. Antes del 14.
Ahora nos acompaña desde entonces una sensación de incertidumbre que desconocíamos. Nuestro cerebro pelea por aprender a vivir con ella, por reconocerla e identificarla para que podamos convivir. Pero no le es fácil. No estábamos preparados para sentirnos tan vulnerables, tan débiles y con tanto miedo. Todo con un nivel alto de incertidumbre. Y de soledad.
¿Éramos felices caminando a comprar el pan sin cierto respeto -que ya empezamos a normalizar- a tocarnos con el otro?
¿Éramos felices llevando a nuestros peques al cole sin preocuparnos por las consecuencia que pueda conllevar?
¿Éramos felices abrazando a nuestros padres y hermanos y amigos y compañeros?
¿Éramos felices mirándonos a los ojos sin taparnos la boca?
¿Éramos felices y no nos dimos cuenta?

¡Qué guapo es!
Me gustaMe gusta
Jajaja
Me gustaMe gusta