Después de estos dos meses y medio observando, leyendo, comentando con otras familias, hablando con profesionales de la educación, la psicología, el comportamiento y la salud mental, yo sigo cabezona reafirmándome en algunas de las consecuencias que este largo confinamiento ha podido generar en esos locos bajitos.
Y, además, sería importantísimo que todos los que convivimos con niños analizáramos qué ha pasado con ellos todo este tiempo. Porque el análisis nos puede llevar a conclusiones que no queremos ver, pero que son fundamentales que veamos.
Luca solo tuvo consecuencias claras durante dos semanas. Y sigo afirmando que fue una acción-reacción en pura regla.
Fui yo la que cambió de forma radical durante esas dos semanas. De repente, a Luca le encendía la tele cuando no lo había hecho en sus dos años de vida. Estaba todo el día con móvil en mano cuando no lo había hecho en dos años. Me vio pegada a un ordenador que había aparecido por arte de birlibirloque en nuestra mesa de comedor cuando yo nunca trabajo en casa delante de él. Y, para añadirle cambios, por primera vez se sintió desconectado de mi. No le miraba a los ojos cuando le hablaba. Le gritaba con facilidad. Y llegamos a pegarnos. Esto fue tan fuerte para mi que hice varias sesiones online con nuestro psicólogo. Luca empezó a expresar esa desconexión pegándome con fuerza. Lo que llevara en la mano lo utilizaba como pura expresión de su inconformismo. Me hizo varias heridas en cara/nariz/cabeza. Y mi reacción sin filtro y desde mi propia desconexión, rabia, desborde e impotencia fue en varias ocasiones devolverle con la misma moneda.
A tomar viento se fueron la comunicación no violenta y la crianza respetuosa.
Fui incapaz de gestionar absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo entre nosotros.
No voy a justificarme. No voy a decir que estar sola con él día tras día encerrados en casa, ocupándome de todo sin descanso ni relevo e intentando gestionar los cambios en la academia fue tan duro que no tuve otro remedio.
Porque siempre hay otro remedio.
Es un tema analizado ya, trabajado, y rectificado al cien por cien. Pero seguiré teniéndolo muy presente para aprender de él. Y seguro que a alguien le sirve mi experiencia. Seguro.
Luca no ha mostrado ningún otro síntoma de que algo estaba afectándole considerablemente. Ni cambios en la alimentación, ni en el sueño, ni en su expresión de la alegría o del cariño, ni modificaciones en el juego.
Todo ha continuado tal y como él es: dormilón, comilón y juguetón. Muy dormilón, muy comilón y muy juguetón.
Todo excepto que ahora necesita estar más conmigo y me echa más de menos cuando no me ve. Esta independencia emocional que tanto había trabajado con él desde que nació habrá que volver a trabajarla en un futuro, poco a poco.
Ya llegará el momento.
Le añadimos que todo su ser ha cambiado de etapa durante este periodo: ha cumplido los dos años, ha empezado a hablar, se muestra muchísimo más independiente en su movimiento, en las tareas que realiza. Parece una tontería pero los cambios de etapa en un niño son una explosión descontrolada para ellos. Y hemos aprendido a gestionarla estando los dos en casa durante todo este tiempo. Y en ello andamos. Que la expresión vehemente de sus emociones y el reafirmarse de su independencia y su voluntad -la cuál la tiene clarísima- están ahora en pleno apogeo.
¿Y qué pasa con la socialización?
Durante estos dos meses y medio es una preocupación latente.
Creo que el análisis a nivel social es ahora cuando tenemos que hacerlo de forma seria y consecuente.
Hemos montado toda la paraeta social en torno a las necesidades de los adultos. Desde el urbanismo de los pueblos y ciudades hasta el día a día de la vida de los niños.
Y para que esta paraeta tuviera sentido y la culpa y el sinsentido no nos alcanzara hemos creado la mentira de que los niños necesitan socializar con otros niños de su misma edad a toda hora.
Como les hemos montado una vida atareada con la agenda tan repleta como la nuestra de 8 a 20.00, les hemos hecho creer que es en el colegio donde tienen que socializar.
Y ahí tenemos la trampa. Abismal.
Que hay una parte social de la escuela no debemos negarlo. Y es importante cuidarla. Una parte de interactuar de forma libre y no dirigida. Una parte de observar a otros cómo se relacionan. Una parte de observar cómo los otros se relacionan con uno mismo.
Pero de ahí a concluir que es en la escuela donde los niños socializan y donde deben socializar desde que tienen 1 año, es una barbaridad. Y ojalá ahora nos demos cuenta de verdad.
Los niños no necesitan socializar en edades tempranas con niños de su misma edad durante 8 horas al día. Los niños de cualquier edad necesitan relacionarse con otras personas de cualquier edad. Interactuar de forma sana e igual con cualquier persona. También de su misma edad. Pero no solo de su misma edad.
Y no de forma imperativa.
Y es lo que hemos estado haciendo durante tantos años…
Casi anulamos la voluntad e interés de los niños porque nosotros sabemos lo que quieren y necesitan. Aunque nos lleguen a verbalizar lo contrario.
¿Qué pasa -otra vez- con los niños que no se adaptan ni quieren adaptarse a esa exigencia que les marcamos?
¿Qué hacemos con los niños que son más felices estando más tiempo solos sin que esto sea el síntoma de ningún problema? A veces justamente es un síntoma de sensibilidad, de profundidad, de creatividad.
¿Qué hacemos con los niños que sufren en su relación con otros niños porque no se relacionan ni se van a relacionar de la misma manera que ellos?
¿Y qué hacemos con el sistema educativo y social que niega todo esto?
Estamos pensando en el curso que viene. Políticos. Educadores. Familias.
¿Alguien se ha parado a pensar qué quieren los niños de verdad? ¿TODOS los niños?
Claro, si les damos a elegir entre estar solos y sentirse solos o ir al cole, yo elegiría cole con los ojos cerrados.
¿Alguien está haciendo autocrítica de lo que no funciona en el cole para que haya tantos niños felices estando en casa?
¿O alguien está haciendo autocrítica de lo que no funcionaba en casa para que ahora sean felices en casa y antes no?
¿Alguien va a intentar cambiar algo?
¿O volveremos en septiembre planteando y esperando volver a dónde estábamos?
Porque yo no quiero.
