Encajar con elegancia

Uno de mis mayores miedos desde que empecé a pensar, hace ya varios años, en la posibilidad de ser madre fue tener frente a mi -de una manera mucho más real que como lo vivo en mi trabajo- el sistema educativo.

Es un concepto tan tan amplio que no hablamos solo de asignaturas, de profesorado o de bullying. No hablamos de exámenes o de deberes. Ni de horarios o uniformes escolares.

Hablamos ya de toda una red social que se ha creado en torno a las escuelas. En torno a los niños. Una red que nos arrastra a todos, niños y familias, a pertenecer e incluso participar en grupos de whatsapp, cumpleaños multitudinarios, horas de parque innecesarias, fiestas trimestrales, cafés matutinos y fiestas populares varias.

En nuestra actual ansia de estar permanentemente ocupados hemos conseguido crear esta absurda red que nos mantiene a adultos y niños en una agenda repleta de actividades extra escolares ya obligatorias de lunes a domingo en muchas ocasiones.

¿Qué hay pues de aquellos que deseemos estar escolarizados solamente de lunes a viernes de 9 a 2? ¿Hasta qué límite está la obligación impuesta para, en cierto modo, no ser tú o tu hijo en el peor de los casos el bicho raro?

No se trata de no relacionarse con la comunidad educativa: profesores, compañeros y sus familias. Sino de que esa relación sea lo más íntima y sosegada posible.

Tampoco se trata de no seguir los intereses de los niños. Sus etapas de relación adecuadas para su desarrollo. Sino de que esas etapas sean justamente las adecuadas, sin anticipar ni retrasar. Porque no, los niños no necesitan relacionarse durante sus primeros años de vida tal y como no dejamos de escuchar.

De 0 a 3 no necesita ningún niño tener ninguna obligación social que no sea aquella en la que esté acompañado por su familia. Necesita relacionarse con personas diferentes. Cuanto más variada incluso mejor. Pero acompañados por sus familias. Por eso las guarderías no son necesarias para que los niños se relacionen con otros niños. Son necesarias para poder mantenernos a los padres trabajando y a los niños escolarizados desde las 16 semanas de edad.

Y dentro de toda esta red, nos encontramos con los que no encajamos. Ni en esas obligaciones sociales ni en ese sistema educativo. Y, a la vez, nos sentimos en la absoluta obligación de seguir el ritmo que toda esta red nos marca. Por miedo a que nuestros hijos se conviertan de repente en un bicho raro dentro de esa ajetreada comunidad educativa. Por miedo incluso a ser yo misma señalada como el bicho raro.

De 0 a 3 no necesitan los niños disfrazarse en Halloween. Ni en Carnaval. Ni necesitan hacerse una foto con Papá Noél. Tampoco necesitan una merienda escolar masificada y ruidosa.

Yo no necesito encajar en toda esa red creada sinsentido. Y si lo hago, mejor lo intento hacer con discreción y elegancia.

No quiero que Luca sea el bicho raro. Aunque probablemente sea lo mejor que puedo hacer por él.

2 comentarios sobre “Encajar con elegancia

  1. Soy un bicho raro que piensa como tú. Puedes observar que es lo que quiere Luca, que le gusta de esa adaptación social. Mi hija fue más adaptable que yo y quiso disfraces, cumpleaños y lo que se presentara. Dentro de mis posibilidades hice que ella se sintiera feliz, o por lo menos, eso es lo que intenté hacer.
    Lo estas haciendo muy bien.
    Un abrazo

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    1. Sí, me imagino que en el equilibrio está la solución. Intentar combinar lo que yo puedo gestionar y me sienta bien con lo que a él le gusta, que a día de hoy ya sé que no son los jaleos sin ‘contenido’ ni ‘conexión’. Se va pareciendo a mi, pero seguro que lo lleva mejor que yo😜
      Gracias por compartir!❤️

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