Que sí, que sí, que sí, que el miedo se va. Se pasa. Se desvanece. Se esfuma. Desparece como si nunca hubiera estado. Al menos ese miedo visceral que a veces se agarra y te impide hasta casi comer o descansar con normalidad. Te lo prometo. Se pasa.
Pero no solo el miedo.
Se pasan esos primeros meses de BLW. Esa cocina sucia tras cada comida. Se pasan y llega otra etapa más tranquila. En serio. Se pasa.
¿Y las noches sin dormir?
No. Eso no. Al menos todavía no. Los despertares continúan varias veces cada noche. Luca ha tenido noches intranquilas cada vez que su cuerpo experimentaba algún cambio. Cuando empezó a gatear, gateaba durmiendo. Cuando empezó a ponerse de pie él solo, también lo hacía durmiendo. Cuando empezó a caminar. Y a reproducir sus primeras onomatopeyas. Y sus primeras palabras. Hay noches que grita de repente NONONONONO unas 7 veces.
No. Las noches todavía no mejoran. Lo que sí mejora es tu cansancio. Empiezas a comer y cenar ya casi con total normalidad. Y a organizarte mejor. El cansancio desaparece. Como el miedo. Por lo que las noches ya no representan un peligro.
Su independencia física. Su autonomía de movimiento. De juego. Su propio control durante las comidas. La canalización de sus emociones a través de sus primeras palabras. La etapa de los gritos que llegaban a desmoronarme se pasó hace ya un tiempo.
No sé cómo ha sido. Pero de repente todo mejora.
Se pasa.
Toda esa incertidumbre se pasa.
Esa sensación de que se acercaba el fin de mi existencia se pasa.
Esa necesidad constante de recibir un abrazo que me permitiera dejarme caer, también se pasa.
Y hasta agradezco que no me lo dieran. No hubiera sabido la fuerza que habita en mí.

❤
Me gustaMe gusta
❤️❤️
Me gustaMe gusta