No es solo desearla. Ni parirla, como dicen las abuelas. Es acostumbrarte a ella. Al principio casi asfixia. Luego, te llega a salvar. Del caos de fuera, del miedo.
De la ausencia.
Te salva y te refugias en ella. En su rutina. En su aroma a hierbabuena y casa desordenada. En los días cansados y fríos te abraza y te narra historias. Te susurra canciones. Juega al escondite y al Señor Patata desnuda.
No idealizo. Ni vivo con romanticismo. Sino con los pies bien pegados al suelo. Con la piel de gallina cuando duele. Cuando me desborda. Cuando remueve los miedos. Sintiendo las risas y el amor este que a veces me ablanda.
La maternidad es un reto. Un currazo que me mantiene despierta y activa y me zarandea cuando bajo la guardia. No hay descanso contigo. Ni hay tregua en el aparente orden de la agenda.
Y agradezco.
Tu actividad y tu juego.
Y la expresión de tus ganas.

Hoy me toca
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