No llevo bien esto de no ser perfecta. Nunca lo he llevado bien. Mi nivel de exigencia interna es tan alto que si me relajo…ya estoy yo ahí para mantenerme a raya.
Siempre he pensado que es más feliz un tonto. Muchísimo más. Saber te complica la vida. Y saber y ser exigente es insoportable a veces. A veces.
Hoy estabas tan activo como siempre. Tan vivo. Tan sano. Yo recogiendo. Intentando poner orden a nuestro alrededor después de estar varios días fuera de casa. Y, de repente, tus caídas, tus lloros, tus gritos…
Y yo tan lejos de ti.
Mi cabeza estaba en otra cosa. A veces me pasa. Rumio y rumio y me abstraigo de lo externo. No te he escuchado. No te he visto. Después de un rato, ya solo escuchaba tus gritos, tu rabia y tu lloro.
Y me he perdido. Te he gritado. Me he enfadado.
He parado.
Te he explicado que necesitaba que parásemos. No más gritos por favor. No puedo con los gritos. Me desbordan. Y te he gritado. Contradictorio, ¿verdad?
Mis palabras han funcionado. Solo unos segundos. Porque eran mentira. Yo seguía nerviosa. Desconectada. Y eso no cuela, ¿verdad?
Han vuelto los gritos. Has tirado la comida. La servilleta. El agua.
Y, mientras tanto, entre tus gritos y los míos…la consciencia de que así, no. Así te duele más. Así me duele más. Así, no. Así el daño va lentamente calando dentro. Así, no. Así la distancia entre nosotros es mayor. Y la desconexión. Así, no.
Te he cogido llorando. Nos hemos abrazado llorando. Y te he pedido perdón. Así, no. Así, no quiero. Te has dado cuenta de que yo también lloraba. Y has parado para mirarme a los ojos. Te he explicado mi desborde. Te he vuelto a pedir perdón. Así no, Luca.
Cuando se desconecta hay que hacer un esfuerzo por volver a conectar.
Todo está bien. Todo está bien así. También así.
Mi Vida Con Luca 