La cantidad de veces que me doy, de repente, cuenta de que Luca está observándome. No me mira. Me ve. Me observa de arriba abajo. Ve mis movimientos, escucha mi tono de voz, analiza -a su forma- mis gestos y la expresión de mi cara. Y a través de mi mirada ve si hay coherencia o no.
Luca me ve. Y aprende.
Un día me di cuenta que lo que hacía era intentar silbar. Y a los días me di cuenta de que yo silbo mucho mientras hago tareas cotidianas. Canto. Y también silbo.
Y él empezó a silbar.
Nuestra influencia es tan grande sobre ellos que aprenden a través nuestro.
¿Teoría? No.
A veces intentamos enseñarles cosas con las que nos entran esos mini ataques de perfeccionismo que solo llevan a un nivel altísimo de exigencia sobre nosotros y sobre ellos. Y, al final, ni siquiera lo aprenden. Porque hay muy poco que enseñar cuando uno tiene pocos meses/años de edad.
Uno, adquiere. Como los idiomas. O los aprendes o los adquieres. Y la diferencia está en la edad.
Y ellos andan ahí, adquiriendo a través nuestro. A través de nuestras palabras, de nuestros abrazos, de nuestros silencios y de nuestros enfados.
Y es fundamental que seamos conscientes de esto. Que nos demos cuenta del súper poder que nos ha sido otorgado. Y lo aprovechemos de verdad.
¿Para qué andar preocupados por las prisas y la logística diaria si lo importante de todo esto va a ser su mirada sobre nosotros?
A Luca no le va a importar qué comer o cenar un día en el que ha sido imposible preparar algo con tiempo, sano y reconfortante. No. A Luca le va a importar lo que mi cuerpo le dice. Le va a importar mi alta exigencia o, por el contrario, mi nivel de adaptabilidad a las circunstancias.
Le va a importar mi mirada, el tono de mi voz y la velocidad de mis gestos.
Este es mi súper poder.
Tengo el súper poder de transmitirle paciencia o exceso de exigencia.
Tengo el súper poder de transmitirle adaptabilidad o rigidez antes las piedrecitas del camino. Si es que existen tales piedras.
Tengo el súper poder de transmitirle estrés y prisa porque se duerma una siesta de verano o una respiración profunda y tranquila mientras intentamos, los dos, desconectar del mundo y descansar juntos.
Tengo el súper poder de que otra persona aprenda a reconocer y gestionar sus emociones de una forma natural y sana o, de que crezca no comprendiendo qué le pasa ni porqué.
Y es un súper poder que conlleva una súper exigencia en alguien que, como yo, vive con un nivel de responsabilidad demasiado alto. Por eso, sé que es necesario vivir mi súper poder como un regalo. Y aprender, gracias a él, a conectar con lo que a días cuesta tanto.
Espero seguir siendo consciente del regalo que mi súper poder es para mi y para Luca, y no malgastarlo con las piedrecitas que me han hecho creer que el camino me ha puesto delante.