En ese momento en el que me invade el caos.
Ese momento en el que me siento agotada. Y desbordada.
Miro el reloj y es tan tarde… y estoy tan cansada…
Silencio. Solo necesito silencio. Que nadie me mire. Que nadie me toque. Que solo el silencio pueda entrar.
Estás activo y juguetón. Quieres moverte e incluso charlar.
No puedo. Te siento tan lejos. Te siento tan fuera de mi. Que me duele. Y me culpo.
Es muy tarde. Mi mente necesita parar. De golpe. No puedo sostenerme. Me da miedo no poder sostenerte a ti.
Y es en ese momento…
Te miro. Y me estabas esperando. Y buscando. Me sonríes y tus ojos se achinan. Tu sonrisa tiene ese poder de transportarme a un lugar de paz.
Es en ese momento en el que me doy cuenta. Eres tú. Justo lo que necesito para volver a mi. Es tu abrazo el que regula mi respiración. Es justamente tu sonrisa la que necesito para parar mi mente.
En ese momento la calma vuelve. Nuestros ejes se acercan como imanes. Y conectamos. Sin más. Todo vuelve a tener sentido. Todo se conecta.
Y es en ese momento en el que ya no necesitas moverte, ni jugar ni buscarme. Estoy aquí. Y te duermes. Y te beso. Y te agradezco.
Y recuerdo, de repente, que eres tú quien me ancla. A la tierra. El alma.