Así cantaban a finales de los 80. ‘Labios de fresa sabor de amor’.
Y, sí, a eso sabe el amor.
A fresa.
El amor sabe y huele a fresa.
Los labios, las manos.
Los besos de fresa se dan despacio y con los ojos abiertos.
A eso sabe el amor.
A abrazos con los pies descalzos y risas a oscuras buscando los cuerpos.
El amor sabe a juegos y cuentos.
También a lavados con suero y llanto.
Sí, el amor sabe a fresa.
A zumo de fresa.
Sabe al run-run de la moto y a un baile improvisado.
El amor sabe a ayuno y cansancio. A fresas maduras. Y a sueño.
Y lo gana.
El amor lo gana.
Lo gana y lo vale.
Vale la alegría y vale la nostalgia.
Valen los abrazos cansados y las noches en vela.
Esas fresas ganan al miedo y a las fiebres vespertinas.
Me erizan la piel.
Los besos de fresa me anclan.
A la tierra. El alma.